"Porque
en virtud de la gracia que me ha sido dada, digo a cada uno de vosotros que no
piense más alto de sí que lo que debe pensar, sino que piense con buen juicio,
según la medida de fe que Dios ha distribuido a cada uno" (Romanos
12:3).
Si entendiéramos que la
gracia de Dios nos equipa de todo bien y virtud necesarios para una vida que
glorifique el nombre del Señor Jesucristo, no seríamos tan propensos a la
soberbia. Todo nos ha sido dado, nada justifica la jactancia, y el contemplar
nuestras virtudes, talentos y dones solo debería ser otro motivo para elevar alabanzas a Dios por
hacernos recipientes de Su bondad.
De esa forma nunca
pensaríamos de nosotros más alto de lo que debemos, pues el trono de Dios
estaría instalado en nuestro corazón y daríamos solo a Él toda gloria. Pidamos
perdón a Dios por la soberbia y roguemos por su ayuda para vivir la humildad
que Cristo enseñó con Sus palabras y con Sus hechos.