domingo, 1 de junio de 2014

EL BIEN Y LOS VALORES MORALES (Reflexión)

¿Qué importancia tiene discernir el significado del bien y la bondad si lo que realmente importa es que nuestros actos propicien el bienestar propio y de nuestros semejantes? ¿Acaso no son los efectos prácticos del pensamiento los que determinan su validez?

Ese suele ser el supuesto pragmático que gobierna las masas. Y en cierto grado es responsabilidad de los creyentes cristianos que el grueso de la sociedad asuma como ciertas esas ideas, pues en nuestra cotidianidad somos pasivos e indiferentes ante ellas, con lo que nos hacemos participes del error (Stg 4.17).
En primer lugar, quien no sabe en qué consisten el bien y el mal moral ¿cómo podrá calificar sus propios actos? Esta una de las tragedias de nuestra sociedad: que medimos el bien moral conforme el nivel de aceptación colectivo. Hemos democratizado la conciencia individual: si algo es acogido con beneplácito por las mayorías entonces está bien…
Si aprendiéramos de las lecciones de la historia entenderíamos que esa concepción ha sido una fórmula para el desastre: en la Alemania nazi las mayorías permitieron el Holocausto; los crímenes de la Inquisición en su momento fueron aplaudidos por las mayorías católicas y en países de África y Medio Oriente las mayorías aprueban la mutilación genital femenina (practicada principalmente en infantes), solo por citar algunos ejemplos. Estaría de más argumentar porqué el beneplácito de las mayorías no puede ni debe ser el estándar del bien moral, pero los seres humanos padecemos con desafortunada frecuencia de inmunidad ante el dolor ajeno, y más aún cuando ese sufrimiento es fuente de bienestar y prosperidad para unas mayorías.

Alguien podría objetar este punto apelando al hecho de que las mayorías no han estado equivocadas en todo momento y que incluso se les podría adjudicar una larga lista de triunfos humanísticos. Esa sería una larga y pormenorizada discusión, pero en síntesis habría que enfatizar dos aspectos: uno, bajo qué justificación puede la sociedad calificar los logros históricos de las mayorías como buenos o malos, que no fuera por la misma aprobación colectiva. Dos, medir el progreso moral de una sociedad depende, necesariamente, de un referente objetivo. En otras palabras, solo se puede saber si el enfermo está sanando si conocemos de antemano los parámetros objetivos de un estado de salud óptimo.
Nuestra sociedad está enferma y no lo sabe o no le interesa saberlo. Esto ocurre entre otras cosas, porque olvidó qué es estar sano y lo que ello representa. Nuestra sociedad ignora qué es el bien moral y no le interesa averiguarlo, porque está cómodamente afianzada en la opinión de las mayorías. Los abuelos decían que en un país de ciegos el tuerto es rey, pero en nuestra sociedad al parecer, hasta los tuertos están extintos. Hay una gran carga de responsabilidad en el creyente cristiano que calla ante la sociedad ciega que insiste, en su ceguera moral, guiar a otros ciegos (Mt 15.14).
Es deber del creyente cristiano señalar sin vacilación hacia el referente objetivo del bien moral, esto es, presentar a Dios ante la sociedad como la fuente de la moral, pues los valores son el reflejo del carácter moral de Dios. Los valores morales son objetivos porque no están sujetos a la moda (asociados a gustos colectivos) y porque no dependen de las opiniones particulares (subjetividad). 
La pedofilia, la violación, el aborto, la tortura, la discriminación, el robo, la mutilación, el maltrato infantil y contra la mujer, etc., son actos objetivamente malos, condenables, sin importar la moda o las opiniones particulares. Pero si se saca a Dios de la ecuación es necesario eludir o redefinir el concepto del bien y reemplazarlo por “lo más conveniente en un momento y lugar específicos” o por “lo socialmente aceptable en un momento específico”. Implicaría concretamente expresar algo como: violar niños no es lo más conveniente en nuestra sociedad o no es aceptable en estos momentos…
Más que definiciones y redefiniciones de palabras, esto nos define como personas. Por eso es oportuno responder con sinceridad la pregunta inicial: ¿Qué importancia tiene discernir el significado del bien y la bondad si lo que realmente importa es que nuestros actos propicien el bienestar propio y de nuestros semejantes? Mi respuesta es: el hombre no puede procurar lo que desconoce. Solo se puede conocer el bien moral si llegamos a entender que procede del carácter de Dios y a Él solo se le conoce por medio de Jesucristo. 

PD. A continuación un video muy constructivo sobre el tema del fundamento de los valores morales (debate William Lane Craig - Sam Harris).



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